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Lectura de hoy: Génesis 2:24
El hogar está formado por un hombre y una mujer. Los hijos nacen, crecen y después se van. Ellos pertenecen a sus padres solo por un tiempo. Así, cuando la mujer relega al marido a un segundo plano cuando nacen los hijos, está cometiendo una equivocación. Ahora todo el tiempo es dedicado a los hijos y a los quehaceres de la casa. Los hijos toman el lugar del marido, lugar que por mandamiento de Dios, solo el debía ocupar. En la situación que hemos descrito, la esposa ya no tiene tiempo para el marido y el, entonces, busca en el trabajo, en la diversión y muchas veces en otras mujeres, la atención y el cariño que perdió en su propia esposa.

Aparecen entonces las recriminaciones: ¡Ah! Después que nacieron nuestros hijos, nunca más tuvimos tiempo para nosotros. Y es verdad, si una mujer está extraordinariamente ocupada con los quehaceres de la casa y los cuidados de los hijos, no tiene tiempo para cultivar el amor del compañero que Dios le dio. ¡Hay tiempo para todo! ¡Es hora de conquistar de nuevo!

Necesitamos aprender que el hogar debe ser un ejemplo de compañerismo y que el tiempo puede ser compartido entre las personas que viven en una misma casa.

Ildefonso Torres