Lectura de Hoy: Job 29:2; 2 Corintios 12:10
¡Qué triste es ver a una persona conocida, que siempre fue saludable y lleno de energías, abatido repentinamente por una adversidad física o emocional! Una enfermedad, o un accidente, puede transformar nuestras vidas de un momento a otro, dejándonos paralizados.
Esto fue lo que le sucedió a Job. En poco tiempo, paso de ser un hombre rico, estimado y lleno de honores, a la pobreza, la soledad y la dolencia, sentado sobre un montón de cenizas.
Muchos de nosotros podemos hacer nuestras las palabras de Job: ” ¡Quién me volviese como en los meses pasados, como en los días en que Dios me guardaba!”
El paralítico recuerda los días en que podía caminar, y hasta correr. El sordo recuerda los días en que se emocionaba al oír una música gloriosa. El ciego recuerda la belleza de los rostros de sus seres queridos.
Es en la hora de la adversidad y el desánimo que Dios puede consolarnos. A través de la salvación en Jesucristo, sabemos que el poder se perfecciona en la flaqueza.
Aquel que recibe el consuelo de Dios puede decir: “Cuando soy débil, entonces es que soy fuerte.”
Cristo tiene una gracia especial reservada para cada uno de los que acuden a Él en el momento de la adversidad.
Ildefonso Torres
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