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Mire a su derredor. ¿Qué ve usted? Un mundo desgastado; una realidad triste y repugnante; donde el egoísmo, la violencia y la inmoralidad se aproximan a un nivel vergonzoso. Por eso, como cristianos, somos llamados a llevar la luz a las tinieblas, la alegría a donde hay tristeza, la paz a donde imperan las discordias, la vida a donde hay muerte.
Jesús dejó, para todos los cristianos, una orden muy clara a este respecto: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. (Marcos 16:15)
Debemos interpretar esa orden como la más tierna expresión de amor. Amor de Dios por nosotros. Amor de Dios por todo aquel que se encuentra cansado, triste, herido, desesperado.
Para llevar a Cristo a los demás, tenemos que repudiar de corazón todo pecado, el apego a los bienes materiales, el egoísmo; cediendo a Jesús el dominio absoluto de nuestros pensamientos, propósitos y acciones.
Debemos orar y pedir hoy: “Señor Jesús, dame la habilidad para esparcir tu amor por este mundo perdido y confuso. Que yo sea una luz, donde la obscuridad del pecado y de la maldad, están presente. Que yo sea amor, donde el odio y la discordia predominan, en tu nombre.” Amen.
Ildefonso Torres